Al hilo del Evangelio de este Domingo: conversos y cabezotas
Jesús no se conforma con reprochar a los ancianos el haber hecho oídos sordos a las palabras de Juan. Va un paso más allá, y les reprocha no haberse dejado influenciar por los publicanos y prostitutas que se habían convertido. Los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y, aún después de ver esto, vosotros no recapacitasteis.
Al igual que sucedió cuando Jesús invocó a los pecados de aquellos hombres ante la mujer adúltera a la que querían lapidar, ahora, y de un modo más secreto, también los llamó a filas. Sólo Dios sabría cuántos de aquellos ancianos se habrían dejado arrastrar por las meretrices para cometer pecados. Sin embargo, cuando la pecadora encuentra el camino de la vida y lo señala, allí no querrán seguirla y la despreciarán.
Con todo, existen pocos argumentos más poderosos para creer que una vida transformada. Lo sabía muy bien Pablo, y por ello recordaba a las gentes el cambio obrado por Dios en su corazón. Quien ve convertirse a un pecador y no recapacita es que ya no sabe dónde está su alma.
El único argumento más fuerte que la conversión de un pecador es la muerte de un mártir. Y ni aun así…