UNA PARROQUIA SEGURA

Querida familia parroquial, eso es lo que queremos ser “una parroquia segura”. Hace más de un mes que han arrancado las actividades parroquiales en este curso marcado por el coronavirus.

Queriendo hacer las cosas bien, conjugamos la obediencia debida a las disposiciones y recomendaciones de las autoridades (civiles y sanitarias) con la búsqueda del bien TOTAL de las personas y familias. La salud física, siendo importante, no lo es todo. El bien total incluye la cercanía, cierto contacto, el verse (aunque ahora parcialmente por las mascarillas), el oírnos y sobre todo el poder celebrar conjuntamente la fe.

Hace unos días el obispo de San Sebastián, dio a conocer un hecho relevante, los obispos vascos preguntaron al gobierno autonómico si en los más de seis meses de rastreos el coronavirus han encontrado algún brote de contagio en el ámbito litúrgico. La respuesta ha sido contundente: “Ni uno solo en los templos”. Es de suponer que este dato es similar en el resto de España.

Van pasando los meses, y vamos sabiendo sobre el virus, aunque sea aún poco, algo más. Los templos no constituyen un lugar de riesgo, como al parecer tampoco el ámbito educativo, asimilable a nuestras catequesis.

La seguridad es posible gracias a la ayuda de muchos, que bien en el servicio de orden o de limpieza creáis ese espacio de confianza y a la responsabilidad de todos.

Vamos día a día.

La parroquia es un lugar seguro, pero más allá de las medidas higiénico-sanitarias porque tenemos un seguro de vida, tenemos una Roca sobre la cual edificar nuestras vidas, Salud de nuestras personas.

Celebramos, alabamos, adoramos, nos alimentamos diariamente de Jesucristo, Señor de la vida; que nos dice una vez más: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe? (Mt 4, 40); ¿Quién de vosotros a fuerza de agobiarse podrá añadir una hora al tiempo de su vida? (Mc 6, 27). La parroquia tiene que ser un pilar, no porque huela a jabón y lejía, sino porque se respira a Cristo, Señor de la historia, quien ha recibido todo poder en el cielo y la tierra.

Son tiempos recios, ciertamente, donde hay mucho sufrimiento: enfermedad, miedo, incertidumbre, economía maltrecha… Alegraos, no temáis (Mt 28,9-10), dice el Resucitado. Pidamos la sabiduría para conocer los tiempos de Dios, edifiquemos sobre roca, seamos una parroquia segura, un pilar para el hermano que sufre, que se ahoga…estemos cerca unos de otros, no nos encerremos en nosotros mismos.

Por si fuera poco, el Señor nos deja a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo (Jn 19, 26), estamos en las mejores manos.

Dios os bendiga+