· La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza
· La eutanasia y el suicidio asistido son serias amenazas para las familias de todo el mundo. Mientras que su práctica es legal en muchos Estados la Iglesia se opone firmemente a estas prácticas y siente el deber de ayudar a las familias que cuidan a sus seres queridos, tanto a los enfermos como a los ancianos (Amoris laetitia, 48).
· La cultura de la muerte y la cultura del descarte no son un signo de civilización sino un signo de abandono que también puede ser disfrazado de "falsa compasión". En cambio, es necesario asumir la tarea de trabajar junto a los que sufren y de acompañarles .
· El dolor, el sufrimiento, el sentido de la vida y de la muerte son realidades que la mentalidad contemporánea lucha por afrontar con una mirada llena de esperanza. Sin embargo, sin una esperanza confiable que le ayude a enfrentar el dolor y la muerte, el hombre no puede vivir bien y mantener una perspectiva segura de su futuro. Este es uno de los servicios que la Iglesia está llamada a prestar al hombre contemporáneo porque el amor, que se acerca de manera concreta y que encuentra en Jesús resucitado la plenitud del sentido de la vida, abre nuevas perspectivas y nuevos horizontes, incluso a quienes piensan que ya no pueden hacerlo.