Querida familia parroquial, ante las próximas citas electorales, permitidme unas breves reflexiones desde el magisterio y la Palabra de Dios.
1. Hay ciertamente un deber de participar en la vida pública, de cooperar al bien común derivado del cuarto mandamiento, pero éste no puede reducirse al ejercicio del derecho al voto cada cuatro años. La Iglesia, en aplicación del principio de subsidiariedad, llama a la participación y responsabilidad de las personas, familias y agrupaciones sociales en todos los campos que afectan a la vida pública: educación, economía, cultura, trabajo. (cf. GS 76).
2. ¿A quién votar? Benedicto XVI habló de una serie de principios no negociables, no son verdades de fe, aunque de la fe reciban una nueva luz y confirmación. Están inscritos en la naturaleza humana y, por lo tanto, son comunes a toda humanidad. Su nombre lo dice, “principios no negociables”. En conciencia no se debiera votar a quien niega o lesiona estos principios.
· “protección de la vida en todas sus etapas, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural;
· reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa contra los intentos de equipararla jurídicamente a formas radicalmente diferentes de unión que, en realidad, la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su irreemplazable papel social;
· protección del derecho de los padres a educar a sus hijos. “(Benedicto XVI, discurso del 20 de marzo de 2006).
3. La confesionalidad es un bien. “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 10-11). Es un bien que un católico sin renunciar a su fe decida trabajar en política, es un bien que un grupo de católicos, en su acción política, sin renunciar a su confesionalidad decidan “informar y perfeccionar el orden de las cosas temporales con espíritu cristiano” (cf. AA 5). Lo que no les será lícito es atribuirse la representación exclusiva de los católicos o llamarse el partido de la Iglesia.
4. No pongamos toda nuestra esperanza en un voto. Una vez más seremos seducidos con la idea del cambio o con el miedo a los otros. Conviene recordar, que el sistema no tiene capacidad de regenerarse por sí mismo. Las alternativas y cambios, tantas veces no hacen sino prolongar con más o menos rapidez los mismos males. La solución solo vendrá si este se abre a Jesucristo. Aquí se puede aplicar lo que el Papa Francisco decía a los matrimonios, discutir pero no os acostéis sin hacer las paces. No permitáis que la diferencia de voto divida familias, enfrente a hermanos o separe a los vecinos.
Dios os bendiga, vuestro párroco Miguel Garisoain+